miércoles, 2 de septiembre de 2009

Mobiliario

Que los muebles de la casita ubicada en la calle Santander levitaran, no era cosa nueva. Con total soltura y libertinaje, los platos flotan, la heladera baila por los aires, y los zapatos perfuman todos los ambientes sin que nadie se los pida.
La casa sufre “épocas”. Con la mejor de las suertes, pueden pasar tres meses seguidos sin ningún ataque del mobiliario hacía la familia Sánchez. Pero en las épocas un poco más complicadas, cada cinco minutos sale volando una mesa o algún libro sale despedido contra el techo del comedor.
A la hora de la cena hay un espectáculo digno de ver; el salero comienza a despegarse del mantel junto con la botella de agua y los vasos que vienen detrás. Los platos suben inclinados tirando los fideos y lo que es peor; el tuco. Joaquín, el hijo menor, ríe sin parar mientras grita y aplaude señalando la manteca aplastada en el techo. Marcela que ya corrió a buscar la escoba, los trapos y el jabón, maldice y repite que no sabe hasta cuando podrá soportar esto, mientras Roberto le grita inútilmente a los elementos flotantes que bajen inmediatamente.
Joaquín es el que más disfruta de esta situación. Lo muestra con una sonrisa de oreja a oreja cuando se agarra del cable de la licuadora, y al mejor estilo globo de helio, sale volando por toda la casa con su traje de superman mientras canta a viva voz. Infeliz fue el episodio que sin preveer las consecuencias, salió a sobrevolar el barrio y terminó (por suerte) sobre la copa de un sauce llorón. Esa tarde terminaron, él en penitencia, y ella (la licuadora) adentro de una caja bien en el fondo del armario.
En la escuela, los amigos de Joaquín le suplican que los invite a jugar por la tarde, y él, feliz de la vida, les responde que están todos invitados, y que ayer se subió a la heladera y cabalgó por todo el living, el baño y los tres cuartos.
Marcela y Roberto no la tienen tan fácil, ya que su vida social no se vio beneficiada sino muy por el contrario, tuvo que dejarse de lado por un buen tiempo. Solo imaginen a Marcela con sus amigas en el living, tomando el té de las cinco mientras un microondas pasa zumbando la cabeza de Graciela, su mejor amiga, y podrán entender un poquito su situación. Roberto tampoco puede invitar amigos a su casa a ver fútbol, ya que en el medio de un partido, el calefón puede darse de lleno contra una pared o el televisor mismo salir disparado hacia el techo.
Dos por tres, cuando a la radio se le da por salir a pasear por el jardín a todo volumen, los vecinos curiosos asoman las cabezas por arriba de los muros y quedan horas observando sin poder dar crédito a sus ojos.
Pero el peor incidente que la familia jamás olvidará, fue cuando a la plancha se le ocurrió salir a flotar a velocidades desorbitantes. Lo más campante, esta salió disparada de su armario y le dio a la tía Irma de lleno en la nuca, despatarrándola sobre la alfombra y provocando su muerte inmediata.
Agradezcamos que la garrafa de gas, educada y bien intencionada, es conciente de los daños que podría causar con tan solo salir a pasear por el comedor. Entonces ahí se queda ella, tranquilita debajo de la mesada de mármol, conversando con el tacho de basura para pasar el rato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario