jueves, 29 de enero de 2009

El borrachín

2009
Cochabamba


Cuando cae la noche y toda la ciudad se queda sin agua, la plaza 14 de Junio de Cochabamba cambia de color. Ya no tiene los colores vivos de los vestidos de las niñas que bailan por una moneda. Tampoco los colores que logran los lustradores de botas al mediodía.
En la noche de la plaza tienen lugar los colores de las vendedoras de cigarrillos y de fantasías, de un mago al que nadie ve, de un pintor al que nadie compra y el de una mesa redonda, que le falta la mesa pero tiene mucho de ronda y de democrática.
En esta ronda todos opinan sobre lo sucedido el pasado 25 de Enero en Bolivia. De a uno y de a poquito, todos hablan y escuchan. Todos respetan a todos. Todos respetan a todos menos a Roberto el borrachín...
- "¡Vuelva cuando esté sano hombre!".
- "Con gentes mareadas no discuto". Dice una señora media gorda y bien bajita.
El borracho se molesta un poco y sigue intentando hablar. Que escuchen los que quieran lo que tiene para decir…
- "Vaya a descansar amigo. Vuelva mañana. En serio le digo… Así no puede discutir." Le insiste uno que dice ser trabajador del transporte.
Lo único que quiere contar Roberto para el que quiera escucharlo, es que es profesor de Historia desde hace más de 40 años. Que es un orgulloso hijo de mineros, porque fueron los mineros (mi papa y mis hermanos mayores cuenta) los que hicieron la primer Marcha por la Vida hace 4 años en Bolivia. Algo único en la historia Boliviana. 25mil mineros saliendo juntos del cerro come hombres, y dinamita en mano. Ahora todos los copian dice Roberto. Desde los cocacoleros hasta los maestros.
"El minero está loco", cuenta... "Si un día a 2 kilómetros tuyo hay una marcha de mineros, tu te darás cuenta... temblarán hasta las piedras..."
Explica que fueron los mineros quienes devolvieron la democracia al país y que Bolívar no merecía el nombre de un país. Porque fue él quien fugó de estas tierras con monedas de plata y oro que robó del Potosí.
Y confiesa que todavía llora cuando recuerda que fue en su país donde traicionaron al Che.
Y ahí se queda Roberto, sentadito como un niño en el borde de un banco con las manos y piernas cruzadas. Cabeza gacha. Con hipo y frío, y juntando fuerzas para irse a dormir.

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