miércoles, 19 de agosto de 2009

De cucarachas

Son las 3:44pm. En tan solo un minuto a Roberto le van a venir unas irrefrenables ganas de ir al baño. Esperemos un minuto. Mientras tanto, les cuento que la historia se desarrolla en una oficina. La oficina se encuentra en un edificio bastante alto. El edificio se encuentra en el centro de la ciudad.
Son las 3:45pm. A Roberto le ruge el estomago. Se levanta de su silla y se dirige al baño. Abre la puerta del mismo pero no avanza. Se queda inmóvil. Comienza a retroceder. Camina de espaldas por el corredor de la oficina. Con cuidado. Con sus brazos hacia atrás, tanteando las paredes para no tropezarse con algún expediente tirado en el suelo.
Roberto continúa así, caminando de espaldas. Con un dolor de estomago ya casi que insoportable y la vista borrosa. Se siente mareado. Llega al escritorio y se sienta frente a la computadora. A la izquierda del teclado distingue unos lentes, se los pone. Ya esto le parece raro; Roberto jamás usó lentes en su vida. Comienza a teclear pero le duelen las manos. Se las observa y nota que tiene los dedos más cortos, dos anillos horrorosos y las uñas pintadas. Se marea. ¿Ataque de pánico? ¿Malestar físico por no hacer sus necesidades? No entiende. Se da cuenta que está sentado en el escritorio de Beatriz. Se asusta. Se para y se da cuenta que lleva puesta la ropa de Beatriz. Entonces; “Qué linda que estas hoy…”. No puede ser. El gordo Morales, el repartidor del correo lo estaba piropeando. “¡Anda a cagar gordo!” le respondió Roberto con una voz sumamente dulce y aguda. El gordo Morales sonríe y sigue su camino. Roberto no lo podía creer. No lo entendía. Se miró las uñas nuevamente: Rojo carmesí. Roberto comenzó a llorar y reír al mismo tiempo mientras corría por el pasillo a toda velocidad rumbo al baño. Se frenó. Las dos puertas frente a él con sus respectivos carteles: Caballeros, decía uno. Damas, el otro. Miró las dos puertas, y entró.

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