jueves, 6 de agosto de 2009

El trono

Desde su trono, hace todo lo que se le da la gana. Sentada en el come, lee, bosteza y recuerda. Es desde su trono que fuma y ríe, que duerme y sueña…
Por teléfono, se comunica con todos los que quiere. O con el primero que encuentra. Habla con todos sus hijos y con todos sus nietos. Con los que tiene bien cerca y con los que no tanto. Es por teléfono que ordena y que pregunta, que ríe y grita, que se enoja y alegra.
Pícara. Sensible. Enojona. Gran conocedora del tenis mundial y Maestra, en el arte de criticar a los que juegan. Lectora voraz y de voraz apetito. Tiempo de sobra. Sobra cariño. Sabe tropezarse de vez en cuando, pero mejor sabe cuando uno anda tropezado. Sabe gritarme en el oído y llorarse en silencio.
Ya no existen los lunes ni conoce los domingos. Cualquier día le da igual. Comienza sus actividades bien temprano en la mañana cuando se levanta, va al baño, riega las plantas, abre los postigones… Esfuerzo sobrehumano es llegar a la cocina. Y ni hablemos de volver al living... Pero por suerte la recompensa es bien paga en vasos de jugo Light y galletitas con dulce. A paso lento pero inseguro llega al living para desayunar con Marlon Brando o Robert Redford mientras se abriga en los días de invierno, o se desnuda en los de verano...
Y así pasa los días desde su sillón, su trono, rezando para que gane el suizo porque suizo era su abuelo, despotricando contra la iglesia católica y contra los gringos, riendo y queriendo a todos y queriendo no estar tan sola.
Así pasa los días la abuela gorda. La abuela linda. La abuela invierno. La abuela.

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