martes, 11 de agosto de 2009

De mal americano

Sintiéndome el más europeo en mi propia América. Olor a tierra húmeda. Negra fértil. Brisa fresca en la cara para despavilarse y darse cuenta. Clima Sub-tropical. Semi-selvático. Agua fuerte y clara que corre río abajo. Apurada para ser bebida por árboles y flores, pájaros y llamas. Las ruinas que desmoronan nuestras estructuras al verlas. A derrumbar prejuicios traídos por la ignorancia y por la iglesia católica. O por la ignorancia de la iglesia católica. Y su moral cristiana. Sentirme impotente ante tanta inmensidad. Con nostalgia de tiempos en los que no viví. Con cariño hacia personas que no conocí. Bronca y rabia hacia algunos, y ternura y amor hacia otros.
Alegría y culpa de ser un privilegiado. Privilegiado de estar ahí. Con la tierra húmeda, la furiosa agua, las hojas de coca, con los que viven ahí.
Admiración a todo aquel que pueda gritarle a la noche que es americano en cuerpo y alma. De nacimiento y hasta la muerte. Que es americano por su forma de vivir y su forma de amar.
Gran admiración a esta América profunda y maltrecha. Dueña de una belleza inigualable. Ella, nadie más que ella es dueña de esa belleza. Brisa fresca. Vientos de cambio. Belleza que aflora. Hierba mala que si muere. Hay que arrancarla de raíz. Montañas de gente. Gente que mueve montañas. Bien arriba de la montaña esta el cóndor. El águila, nunca. Es el cóndor que se acuerda como surgió la montaña y el río. Es el cóndor el animal de esta tierra y esta tierra es del cóndor. Del águila, nunca.
Y yo sintiéndome el más europeo, en mi propia América.

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