viernes, 7 de agosto de 2009

La llamada

Suena el teléfono. Lo lógico, atiendo. Es una muchacha. Dice que se llama Ana Molinari. De la funeraria Martinelli, para ofrecerme sus servicios dice. Me asusté, ¡lo tengo que confesar que me asusté!
¿Qué quiere decir esta jovenzuela? ¿¿¿Necesitar de sus servicios??? Una persona joven como yo, buen mozo, atlético, audaz, valiente, ¿precisar de sus servicios? ¿¿¿No se da cuenta por mi voz que tengo 22 años???
¿Será que voy a necesitar de sus servicios y no me enteré? ¿Será que me esta avisando el pae? ¿Será que la señora de capucha me quiere llevar de paseo un ratito? ¿El barquero tiene ganas de llevar a pasear mi alma por el resto de la eternidad y no me enteré?
¡A la flauta! Ta, voy a ir al almacén a comprarme unos litros de vino, así si viene la parca la confundo con mi vecina, y le empiezo a tirar guiñadas y tratar de darle unos besitos en el cuello.
Pero en realidad no tengo de que temer. Si soy joven... no se me ha detectado ningún tipo de cáncer y ya me salió la muela del juicio... a ver, razonemos juntos, ¿qué me podría pasar? ¡Nada! Absolutamente nada.
En realidad, si hago un pequeño esfuerzo mental, no es difícil darse cuenta que a uno, tenga la edad que tenga, le puede pasar cualquier cosa; un paro cardíaco, un ataque irreversible de asma al polvo de la computadora, un sicópata que sale del ropero, la garrafa de gas que explota sin aviso, o morir asfixiado por una perdida de gas de la misma, o…
Bueno… ¡ejémm! Esteeee… mejor los voy dejando por acá que tengo que llamar a una amiga. Ana se llama, pero no creo que la conozcan…

1 comentario:

  1. Definitivamente yo quiero morir de un sicópata que sale del ropero.
    :) Ya te puse el enlace desde mi lugar, para poder venir fácilmente :)

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